sábado, 17 de julio de 2010

¿Dónde estás asesino?




Siempre pensé que conocer un asesino sería difícil, por lo tanto lo veía como algo casi imposible, sin embargo un buen día…

Como siempre caminaba por las calles del centro de Lima, mientras pensaba lo que sería de mi después de terminar el colegio, sin darme cuenta había llegado a un parque, me sentía algo cansado, busque una banca, una vez ahí, mire a mi alrededor había una pareja a mi lado, unos metros frente a mí, un sereno, algo más alejado junto a una pileta, un mendigo.

Todo parecía estar tranquilo, todos en lo suyo, cuando en ese momento escuche un grito… la chica estaba cubierta de sangre, a su lado el muchacho tenía un gran tajo en el cuello, era obvio que era muy tarde para él, yo me encontraba asustado, no sabía qué hacer, la chica empezó a correr, dejando atrás a su amado, yo era un testigo inútil, en ese momento como si fuera en cámara lenta, la vi caer, tenía el cuello roto en un ángulo antinatural. Era una pesadilla, no podía despertar, intentaba huir de aquel lugar, todo se hacía borroso, trate de buscar ayuda, recordé al sereno.

Trate de buscarlo con la mirada, en ese momento vi que su rostro tenía una expresión de terror, corrí hacia él para pedirle ayuda, algo raro pasó… el hombre peleaba con algo al parecer, segundos después vi como caía frente a mí, la cara deformada, la golpiza fue brutal, simplemente aquel sereno también estaba muerto.

Había otro testigo, el mendigo, el se acercó a mí, todo a mi alrededor daba vueltas, el mundo parecía estar de cabeza, era tanto así, que buscaba el apoyo de aquel mendigo… pero ante mi horrorizada mirada, aquel hombre había salido volando, había chocado contra la escultura de la pileta, flotaba en el agua, no se movía… el pánico se apodero de mi, y empecé a gritar… “¡¿Dónde estás maldito?! ¡Dame la cara maldito asesino! ¡¡¡¿Dónde estás asesino?!!!”...

Lo busque por todos lados, frenéticamente miraba a todos lados… en ese momento… lo pude ver… tan nítido, tan claro, tenía una cara de psicópata, estaba todo manchado de sangre, sus puños apretaban con fuerza, finalmente estaba ante mi… mi propio reflejo, yo era el asesino.


Este cuento fue escrito originalmente por Brando Urcia Ramírez, quien perdió el original, el autor se tomó la libertad de recordar el relato y reescribirlo a su manera.

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