sábado, 10 de abril de 2010

Mensajes del más alla - II


Llamada pérdida


El atardecer y sus tonalidades rojizas parecían propicias, solo faltaba que Eduardo fuera a buscarla a su casa, esta vez se arriesgaría, estaba cansado de contener sus sentimientos, si ella lo rechazaba se sentiría destrozado, pero al menos dejaría de sentir que tenia tantas cosas atrapadas en su pecho.
- Se lo voy a decir, hoy tengo que dejar libre todo esto que siento por ella.

Él ya sabia que solo quedaban unos minutos para que el día oscureciera, apuraba el paso, había esperado mucho tiempo, además ella le había dicho que le gustaba el atardecer, era su momento favorito del día, muchas veces ambos se habían quedado mirando al cielo, mientras este oscurecía y perdía aquellos colores cautivantes, pero siempre en silencio, ni siquiera se miraban, aun así, Eduardo sentía que en esos momentos compartían bastante, que estaba mucho mas allá de las palabras. Tan solo faltaban dos o tres cuadras para llegar a su casa, se sentía emocionado, en ese momento…
- ¡Eduardo!
- (Justo ahora tenia que aparecer este huevón) Ahh… hola Miguel.
- Pareces algo apurado…
- Sí, sí, si me disculpas hablamos otro día…
- Oye, pero…
- ¡Luego me cuentas!
Apuró mas su paso, a lo lejos escucho “pero Alexandra est…”, no le prestó atención y no pudo escuchar el final de la frase, tampoco le importaba, solo quería llegar a casa de ella, antes que el rojizo de la tarde se oscureciera mas, antes que desapareciera su oportunidad.
Finalmente había llegado a la casa de su amada, aunque ese día el lugar no tenía la misma sensación de siempre, se veía igual pero había algo muy diferente, era como sentir la ausencia de algo especial. No era momento para perder el tiempo, tragó un poco de saliva y tocó el timbre. Los segundos parecían durar una eternidad, no quería esperar tanto, sin embargo los segundos se convirtieron en un par de minutos, volvió a tocar el timbre.

El atardecer se iba oscureciendo, ya casi era hora de esa tonalidad rojiza que tanto amaban ambos, se sentía desesperado, iba a tocar otra vez el timbre, cuando la puerta se abrió, era la madre de Alexandra. Su rostro estaba pálido, al parecer ocultaba unas ojeras detrás de unos lentes oscuros, al parecer había estado trabajando mucho…
- Eduardo…
- Señora ¿Puedo hablar con Ale?
- Ella te estuvo llamando hace un par de días a tu celular…
- ¿Cómo? Lo había apagado para poder estudiar, me olvide de prenderlo, voy a ver…

Había un mensaje de texto, y otro en la casilla de voz, ambos decían lo mismo…

“Siempre te he amado, fui una cobarde al no decírtelo, ahora es muy tarde, si tu también me quieres, trata de ser feliz, es lo que yo quiero… hubiera querido ser feliz a tu lado, siquiera haberte besado una vez, espero que nunca me olvides… nuestros atardeceres juntos, creí que no hacían falta las palabras, para decirte que te quiero, creo que me entiendes…”

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